La Quinta de los Libertadores, símbolo arquitectónico del Bicentenario, alberga hoy la emblemática Sala Independencia. Su historia se entrelaza con la del Perú cuando, en 1818, el penúltimo virrey del virreinato, Joaquín de la Pezuela, la adquiere y la convierte en su residencia oficial. Con el avance del proceso libertario y el fortalecimiento de la causa independentista, De la Pezuela es destituido, marcando el inicio de una nueva etapa para la casona. Años más tarde, dos de las figuras más representativas de la independencia americana, José de San Martín y Simón Bolívar, la eligen también como residencia en distintos momentos. Este hecho la convierte en un testimonio vivo de su presencia en nuestro país y en un espacio cargado de memoria histórica. De ahí proviene su nombre actual y su gran trascendencia.